En Japón, las personas están muriendo solas y abandonadas ¿podría esto pasar en México?

En Japón, las personas están muriendo solas y abandonadas ¿podría esto pasar en México?1shares

Tener un empleo es necesario para garantizar nuestro sustento, independencia y bienestar integral. Genera una placentera sensación de realización con la que muchos sueñan desde que son muy jóvenes. A pesar de esto, hay quienes se pierden completamente a sí mismos durante el proceso, abandonando el resto de las cosas que componen sus vidas para avocarse a sus empleos.

Es una situación que puede alcanzar niveles peligrosos, habiéndose establecido hace unos pocos años atrás como una de las adicciones más terribles de nuestros tiempos, denominándose a las personas que la padecen como "trabajólica" que es una adicción al trabajo. En el caso particular de Japón, este hecho se salió de control de una manera sin igual, llegando a crecer exponencialmente las cifras de casos de personas cuyos cuerpos sin vida son encontrados en sus hogares luego de días, meses o años de haber fallecido, sin que nadie se percatara de ello.

Quizás creas que es absurdo, pero cuando llegues al final te darás cuenta que no lo es del todo, más aún con el estilo de vida que la modernidad nos exige. Lo más inquietante es que este modelo sigue ganando territorio en el mundo, dando indicios en las sociedades latinoamericanas. Entérate cuáles son las causas de este lamentable fenómeno a continuación.

La adicción al trabajo es uno de los males que más aqueja a la sociedad moderna.

Una persona "trabajólica" es aquella que llega al punto de perder la consciencia del tiempo que invierte en su empleo, olvidándose de los demás aspectos de su vida tales como familiares, amigos, pasatiempos y cualquier otro elemento social.

Precisamente, esta realidad hace que a diario muchos japoneses mueran en completa soledad sin que nadie se percate de ello.

La prensa de este país asiático se ha visto plagada de noticias de esta índole que, a pesar de sonar un tanto descabelladas, lamentablemente se están volviendo recurrentes.

Existen casos verídicos que personas cuyos cuerpos sin vida fueron encontrados meses después.

Uno de los primeros casos que salió a la luz pública en el año 2000 es muestra de ello. La víctima fue un hombre de 69 años de edad quien vivía en un complejo habitacional en la ciudad de Tokiwadaira. Éste fue encontrado muerto en su apartamento ¡3 años después de haber fallecido! ¿Puedes imaginarte algo así? Es decir, ¡ningún otro ser humano notó su ausencia durante todo ese tiempo! Es asombroso y un tanto macabro al mismo tiempo.

Su cuerpo se encontraba en un estado de descomposición bastante avanzado, prácticamente en los huesos.

Lo más triste fue que sucedió debido a que sus ahorros se agotaron, lo que llamó la atención de sus acreedores. A raíz de eso, la policía le hizo una visita y fue allí cuando se toparon con el cuerpo. 

Es increíble imaginar cómo alguien puede llegar a volverse prácticamente invisible para el resto del mundo.

En este caso, el señor no tenía familiares ni amigos cercanos que advirtieran su ausencia. Además, sus cuentas se debitaban automáticamente vía web. Pero cuando se agotaron los recursos tras su deceso, se dio parte a las autoridades.

Dentro del mismo complejo, hasta el año 2004 de reportaban quince casos anuales de este tipo.

Gracias a un programa de revisiones constantes propuesto por la administración, se redujo la cifra a diez, lo cual es todavía significativo.

Debido a esto, cada quien está ideando formas particulares de no pasar por lo mismo.

Por ejemplo, en la misma localidad, una señora llamada Ito vive sola en su apartamento, debido a que el cáncer le quitó la vida a su esposo e hija. Ya con 91 años de edad, dice esperar pacientemente la muerte; sin embargo, no quiere que el olor que su cuerpo descompuesto sea quien avise a los vecinos de su fallecimiento. 

Por esta razón, conversó con su vecina de enfrente acerca de su rutina diaria, la cual es sumamente estricta, indicándole que justo a las 5:40 de la mañana todos los días abriría la persiana de su alcoba y la cerraría a las 6 de la tarde; y sólo dejaría de hacerlo el día que muriera. Así, su vecina confirmaría lo sucedido y notificaría a tiempo. ¡Qué fuerte testimonio!

Ahora bien, ¿cómo sucedió esto?

Se suponía que los años posteriores a la guerra serían propicios para una reconstrucción sólida y próspera en todos los sentidos. Sin embargo, la concentración de los intereses en el ámbito económico hizo que progresivamente las personas se fueran desconectando de sus relaciones personales de todo tipo, avocándose exclusivamente al trabajo.

A finales del siglo XX, esta situación se salió completamente de control.

Tanto así que tuvo que ser inaugurado un servicio de limpieza dedicado a la atención de aquellas viviendas donde eran encontrados los cuerpos sin vida de personas que se encontraban en total soledad y nadie advertía su fallecimiento.

De hecho, se acuñó un término para definir esta condición especial.

En 1987, el gobierno reconoció una condición especial denominada "Karoshi" cuya traducción literal es "Muerte por exceso de trabajo". 

Si se llegaba a comprobar que ésta, en efecto, era la causa de muerte, el Estado debía indemnizar a los familiares.

Los estándares establecían que, para calificar en esta categoría, la persona debía cumplir con alguna de estas dos circunstancias: (a) más de 100 horas extra en el mes anterior a la muerte; ó (b) 80 horas extra en dos o más meses consecutivos durante los últimos seis meses anteriores al deceso.

La cifra de dinero ascendía a 20.000 dólares por parte del gobierno y más de millón y medio de dólares por parte de la compañía empleadora.

Indistintamente, no parecía existir forma de detener la expansión de este fenómeno.

Cerrando el año 2015, la cifra se equiparaba con la de muertes por accidentes de tránsito, poco más de 10 mil personas anuales. 

El problema entonces tiene una raíz mucho más profunda.

La cultura japonesa es extremadamente trabajadora. Por consiguiente, aman el trabajo que realizan, apasionándose de tal forma que no reparan en dedicarle su vida a lo que hacen, más allá de los beneficios económicos que ésto pudiese generarles.

Para sacarle provecho a esto, las compañías comenzaron a motivar a sus empleados proveyéndolos de algunos "beneficios" que lo hicieran sentirse más satisfechos.

Crearon sistemas compensatorios, dieron beneficios escolares, sindicatos, servicios médicos... y un sinfín de estructuras para que los trabajadores quisieran seguir trabajando dentro de la organización indefinidamente.

Hasta que llegó un momento en que dicha estructura no pudo mantenerse estable.

A finales de 1980, el "Karoshi" llegó a considerarse una epidemia nacional, al punto de que hoy día no han podido controlarla.

Lo peor es que, de acuerdo a las proyecciones, se está esparciendo por todo el mundo.

Las estadísticas confirmar que muchos países latinoamericanos ya comienzan a dar señales claras de llevar este mismo rumbo, encabezando la lista de manera preocupante México, Costa Rica y Chile.

Analizando el precedente japonés, deberíamos idear estrategias para detener su avance en nuestro continente antes de que sea demasiado tarde.

No se puede negar la importancia que tiene trabajar y ser productivo. Sin embargo, todo en exceso es dañino. Además, ¡con la salud no se juega!

¿Conoces a alguna persona adicta al trabajo? ¿Crees que sea realmente grave esta situación? Deja tus COMENTARIOS y no olvides COMPARTIR esta inquietante nota con todos tus amigos.

DEJANOS SABEN TU OPINION
TE LO RECOMENDAMOS
TU PUEDE INTERESAR