6 Experimentos que demuestran lo poco que sabemos sobre nosotros mismos

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A veces nos parece que sabemos todo acerca de nuestra personalidad y podemos adivinar cómo reaccionaríamos ante cualquier cosa. En realidad una variedad de experimentos demuestran que nuestra psiquis es más complicada de lo que crees.

Buenamente.com juntó 7 ejemplos de que nuestras reacciones instintivas son más fuertes que la formación humana y cada uno de nosotros oculta más de lo que parece.

1. «Ajustamos» la realidad para que concuerde con nuestras nociones acerca de nosotros mismos.

En 1993 los científicos de Ohio maquillaron los rostros de algunas mujeres de tal manera que pareciera que tenían cicatrices feas. Las dejaron mirarse al espejo y les dijeron que con este aspecto iban a enfrentarse con algunas personas desconocidas. Después de esto les pusieron una crema aparentemente protectora, pero en realidad, quitaron las cicatrices sin avisar a las participantes del experimento.

Después del encuentro muchas mujeres comentaron que sufrieron de varios tipos de discriminación, e incluso pudieron especificar las palabras y acciones exactas que según ellas utilizaron sus interlocutores para agredirlas verbalmente.

A pesar de que ninguna de ellas tuviera defectos visibles («las cicatrices» fueron borradas), el simple hecho de saber que tenían algunas marcas fue suficiente para que se sintieran víctimas de discriminación.

2. Nos percatamos de muy pocas cosas en nuestro entorno.

En este experimento un actor se acercaba a los peatones para preguntar la dirección. Mientras un peatón le explicaba, entre los interlocutores pasaban unos trabajadores que cargaban una puerta, tapándolos por algunos segundos. El actor se reemplazaba por otro, y ante el mismo peatón aparecía completamente otra persona. Aún así, la mayoría de los participantes del experimento, no se daban cuenta de ello.

Esto se llama «ceguera a los cambios» y demuestra lo selectiva que es nuestra percepción. ¿No lo crees? Compruébalo por tu cuenta: he aquí dos fotografías entre las cuales hay una diferencia. Intenta encontrarla, y en cuanto te percates de ella, ya no la podrás ver.

3. La fuerza de voluntad influye en nuestros éxitos.

El experimento «Test de malvavisco» fue llevado a cabo por primera vez hace 40 años. Más adelante se descubrió que los niños de la edad preescolar que pudieron resistir la tentación, con menor frecuencia tenían problema de conducta, drogas y sobrepeso en la secundaria a comparación de los niños que se comieron el malvavisco.

Luego los científicos continuaron esta investigación con un grupo de adultos que ya tienen más de 40 años. Les mostraban imágenes en la pantalla de una computadora, y al mismo tiempo tenían que realizar ciertas tareas. Aquellos que demostraron la falta de fuerza de voluntad en la infancia, también en la edad adulta realizaron la tarea peor que los demás porque se distraían con las imágenes.

Los científicos destacan que la falta de fuerza de voluntad no significa que unos tienen la inteligencia menos desarrollada que los otros, y en algunos casos el rechazo al placer puede ser una elección errónea. «Porque precisamente aquellas personas que siguen sus impulsos emocionales, se convierten en grandes exploradores o empresarios», comenta la autora del experimento, Maia Szalavitz.

4. Somos más crueles de lo que pensamos.

El sótano de la Universidad de Stanford fue equipada como cárcel, y varios hombres voluntarios fueron invitados para participar en este experimento. A los estudiantes se les dividió en dos grupos de 12 personas cada uno: «los guardias» y «los encarcelados». Antes de este experimento habían pasado un test para evaluar su estabilidad y salud mental.

Los participantes de ambos grupos recibían el mismo pago. El experimento tuvo que durar 4 semanas.

A «los encarcelados» se les entregó el uniforme de carcel y se les asignó un número a cada uno, privándolos de los nombres. «Los guardias» también se vistieron de uniformes adecuados, les entregaron garrotes y gafas para ocultar los ojos. Sólo tenían una tarea: vigilar a «los encarcelados» sin aplicar la fuerza.

Al segundo día «los encarcelados» organizaron un «motín». Para calmarlos, los «guardias» utilizaron extintores. Pronto «los guardias» obligaron a sus «encarcelados» a dormir sobre el piso, mientras que usar una ducha o el sanitario se volvió todo un privilegio.

Cada tercer «guardia» mostró tendencia a ser violento. El experimento fue detenido luego de una semana en lugar de las planeadas cuatro. Y muchos «guardias» lamentaron que «la cárcel» se cerrara tan pronto.

5. La autoridad para nosotros es más importante que los valores morales.

¿Cuánto sufrimiento pueden causar unas personas a otras si esto es parte de sus obligaciones laborales?

En el experimento de la Universidad de Yale, un «estudiante» tenía que hacer la tarea mientras que un «maestro» lo tenía que corregir y castigar por cada error con un toque eléctrico. Obviamente, el «estudiante» era un actor y sólo fingía haber recibido una descarga eléctrica.

El «maestro» se retiraba a otro cuarto donde se encontraba un generador con palancas que mostraban el voltaje. Es decir, estaba plenamente consciente del peligro del toque eléctrico para el «estudiante». Empezando con 15 Voltios, el «maestro» tenía que aumentar la tensión con cada error cometido hasta llegar a los 450V. A la hora de «darle» el toque más fuerte al «estudiante», el organizador del experimento exigía que el «maestro» jalara la última palanca.

Si el «maestro» mostraba duda, el experimentador le pedía continuar dándole cada vez argumentos más contundentes acerca de la importancia del experimento. Además, al «maestro» se le aseguraba que el «estudiante» no recibiría ninguna lesión.

Los resultados mostraron que la mayoría de los «maestros» (26 a 40) seguía las intrucciones obedientemente hasta que se les ordenaba terminar el experimento.

Esto demostró que bajo las instrucciones de una figura de autoridad, los adultos están dispuestos a hacer básicamente cualquier cosa.

6. Nuestras convicciones nos impiden percibir la realidad.

Arthur Ellison, profesor de ingeniería eléctrica y amante de las bromas, decidió terminar una de sus clases con un juego. Le pidió a un grupo de voluntarios (algunos de ellos eran sus colegas profesores) concentrar su atención en un florero de metal que se ubicaba sobre una mesa. Tenían que mirarlo detenidamente y con un esfuerzo mental hacer que el florero flotara. Lo lograron: el florero efectivamente flotó sobre la mesa. Allison no estaba sorprendido porque le ayudó al objeto a volar con un imán.

Luego las opiniones acerca de lo sucedido se dividieron. Uno de los participantes dijo que vio una especie de sustancia gris que ayudó al florero a levitar. Otro afirmó que no había sucedido nada y que el florero se había quedado en su lugar.

Ambos «redactaron» la realidad de acuerdo a sus convicciones y se equivocaron.

Traducción y adaptación: Buenamente.com

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